Un socio de honor extraordinario

Los estatutos de Peñalba Alumni regulan el socio de honor. Han recibido tal nombramiento expresidentes, antiguos alumnos, benefactores y hasta familias… Cabe nombrar incluso a entidades o empresas. Siempre por hechos nobles y acciones generosas: acreedores del cariño y el reconocimiento de la asociación.

La propuesta es difícil. Hay que decidir entre afectos y merecimientos. Es posible que no exista el candidato ideal, y tal vez alguno haya quedado olvidado…

O sí…: sí habría un candidato perfecto… Sí, pero quizá pasara desapercibido… Y acaso sea el que más lo merece.
Porque no es fácil reunir tantas cualidades, estar constantemente a la altura, no defraudar nunca… ¿Quién en el colegio alcanzaría semejante listón? ¿Quién, entre patios y aulas, sería tan excelente, sin deslumbramientos ni alharacas?

Si hacemos memoria… podremos acordarnos… Estaba presente, sin atosigar. Atento, dando libertad. Escuchador, con discreción. Consejero, sin avasallar. Pendiente de todos: profesores y alumnos. Disponible, sin cita previa. Sabio y bueno, comprensivo y amable. Alma y corazón de Peñalba.

¿Te falla la memoria? ¿Aún no lo recuerdas…? El día que entraste en clase con el pie izquierdo y todo salió mal. Desanimado y triste, a punto de hundirte, fuiste a verle. Abriste la puerta con cuidado —no hacía falta llamar—, y miraste. Y en la penumbra —los ojos a veces tardan en acostumbrarse— pudiste distinguir la lucecita rojiza, parpadeante, silenciosa, diciendo quedo: “Pasa, y cuéntame”. Te desahogaste, y, en un diálogo sin palabras, recibiste paz, consuelo y ánimo.

¡Qué privilegio estudiar bajo el mismo techo que le cobija a Él! ¡Cuánto nos insistieron en valorarlo! Signo distintivo de un alumni es que, en un templo, sabe que lo importante está junto a la lamparilla. Admirará la crucería de una catedral o un capitel románico, se pasmará ante la gubia de Juni o Fernández; pero conoce que lo primero es arrodillarse ante el Misterio.

¡Apreciemos aún más este tesoro! “Milagro de amor” dijo San Josemaría, advirtiendo “que no nos acostumbremos a los milagros que se operan ante nosotros”. Transmitámoslo por doquier. Que no puedan reprocharnos, como el poeta Paul Claudel: “Portador de luz, ¿qué has hecho de ella?

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