Fernando de Cea Oroz
Caballero Alférez Cadete
Fernando de Cea Oroz es Caballero Alférez Cadete en la Academia General Militar y cursa su tercer año. Compagina la vida en un centro militar de formación para incorporarse a la escala de oficiales del Ejército de Tierra con todas sus aficiones personales como son el deporte, la equitación, la lectura y salir con sus amigos, entre otras. Le planteamos una serie de preguntas sobre su vida y experiencias allí, que puedan dar a conocer está institución que lleva formando oficiales desde hace casi 150 años.
¿Por qué estudias la carrera militar?
Ésa es una pregunta difícil para responder con pocas palabras. Principalmente porque me gusta y me apasiona. Afortunadamente, siempre tuve muy clara mi vocación militar, yo no tuve el problema de llegar al bachillerato y no saber que quería hacer; tenía claro mi objetivo. Para mí era, y es a día de hoy, aquello a lo que quería dedicarme. Creo que se juntaron en mí una mezcla de gran amor a España, un fuerte espíritu de servicio y entrega, ganas de superarme y descubrir mis límites y una buena dosis de espíritu aventurero; y el Ejército ofrecía todo esto. Creo que las exigencias técnicas, físicas y psicológicas de la vida militar aportan experiencias difícilmente alcanzables en una vida civil.
¿Cómo es un día normal en la Academia General Militar?
El día es extremadamente intenso y el tiempo libre muy escaso. Desde que nos levantamos a diana a las 06:30 no paramos. Nos pasan revista diaria a las 06:45 y después se desayuna. Desde las 07:45 hasta las 14:00 hay clases ininterrumpidamente, incluyendo hora y cuarto de formación física y asignaturas de tipo científico, humanístico y puramente militares. Después de la comida, dependiendo del día, también hay actividades: limpiezas de armamento, teóricas de instrucción, instrucción nocturna toda la noche, más deporte que uno quiera hacer para completar el de la mañana, etc. Todo compaginado con el tiempo de estudio para aprobar un exigente plan académico correspondiente al Grado de Ingeniería en Organización Industrial.
Afortunadamente siempre tuve muy clara mi vocación militar, yo no tuve el problema de llegar al bachillerato y no saber que quería hacer
¿Qué destacarías de estos primeros cursos en la Academia?
Destacaría todo lo que he ido comentando. En la General se vive bajo un régimen de vida y disciplinario muy estricto, se duerme poco y se aprende a trabajar y a pensar con el cuerpo y la mente cansados. La formación técnica también es otro de los aspectos que, durante estos años, he visto que se potencia en gran medida, tanto en el ámbito científico como en el operativo. Al ingresar en primero, uno llega con una gran ilusión y ganas de aprender, pero te das cuenta de que no te enteras ni de por dónde te viene el aire hasta que espabilas. A medida que avanzan los cursos descubres las capacidades que vas adquiriendo, y que lo que te enseñan realmente tiene aplicación al mando de una unidad. También destacaría, sin duda alguna, el enorme compañerismo que hay en la Academia, valor que se inculca en el Cadete desde el día que entra. Los vínculos de amistad que surgen al pasar y compartir alegrías y penurias son muy fuertes, para toda la vida diría yo, y en tus compañeros siempre encuentras el mejor apoyo.
El paso por el colegio es algo que no se olvida. Los grandes amigos que hice, y que seguimos quedando cada vez que vengo es de lo mejor que me llevé de Peñalba
¿Cuál es tu proyecto dentro de la carrera militar, si se puede hablar así? Dicho de otra manera ¿Hasta dónde te gustaría llegar?
Aquí nos enseñan que en nuestra profesión, como en todo en la vida, siempre hay que aspirar a dar el máximo. Es conocida la expresión que reza “la máxima recompensa del militar es la satisfacción del deber cumplido”. Es decir, que espero cumplir con mis superiores y mis subordinados de la mejor forma posible. Las recompensas o los ascensos no deben ser el fin de ésta Empresa. Si se te reconoce el trabajo bien hecho, estupendo; sino siempre queda la satisfacción personal de haber cumplido con tu deber.
De tu paso por Peñalba, con qué recuerdos, sucesos o anécdotas te quedas.
El paso por el colegio es algo que no se olvida. Los grandes amigos que hice, y que seguimos quedando cada vez que vengo es de lo mejor que me llevé de Peñalba. Los balonazos en las piernas los días de frío de invierno, recuerdo las clases de filosofía con D. Juan Carlos Abia, a D. Javier Sumillera dando golpecitos con la tiza en la pizarra para explicar con gestos y sin palabras lo que él veía absolutamente lógico pero que para nosotros era un rompecabezas; y como no, las “amables invitaciones” de JAI a recoger los papeles del suelo del patio en beneficio de todo el Colegio.
Afán de servicio y entrega desinteresada, amor a España, espíritu de sacrificio y afán de superación. El que sienta todo eso, que no tenga dudas: tienen un hueco en el Ejército
Para un alumno de BAC que piense en ser militar ¿Qué consejos le darías con tu corta experiencia de estos primeros cursos?
En primer lugar, que lo piense bien y lo tenga claro. Está no es una vida en la que valgan las vocaciones a medias. En segundo lugar, que si de verdad cree que es lo suyo, que nadie le quite la idea, que pelee por ingresar y que lo disfrute. Tendrá que estudiar mucho y que su esfuerzo se vea reflejado en unas notas excelentes. Este año, el último que ingresó en la Escala de Oficiales lo hizo con un 11,386 ¡El último! Hay varias formas de ingresar en las Fuerzas Armadas. Oficiales, Suboficiales, tropa y marinería; cada una ofrece una amplia gama de posibilidades. Hay que decidir dónde se quiere servir y pelear por ello. Pero todas requieren, en mi opinión, esencialmente lo mismo, que es un poco lo que comentábamos al principio: ése afán de servicio y entrega desinteresada, amor a España, espíritu de sacrificio y afán de superación, el que sienta todo eso, que no tenga dudas: tienen un hueco en el Ejército y no se arrepentirá de su decisión.